14.9.12

Así empieza el finde

Diez de la noche, viernes. Las seis habitaciones de esta redacción están vacías. Cinco en verdad, porque en una, en la más grande, estoy yo. También vacías la recepción, la cocina, los baños, la sala de sistemas, el pasillo al aire libre. Apagué todas las luces y los televisores que chillan durante el día. Puse este tema que se me pegó, ya varias veces, y bailo frente a un pizarrón que no dice nada, pero tiene apoyado un cartel con el nombre de la revista en que trabajo. Fui hasta el baño para pintarme los labios y peinarme y me dio un poco de miedo el recorrido. Suenan sirenas desde afuera. La chica que para siempre en la puerta está ahí, la veo por la cámara de seguridad, sentada en el umbral a la espera de clientes. Cuando suene el timbre o me manden un mensajito voy a salir al balcón para comprobar quién es y voy a bajar los tres tramos de la crujiente escalera de madera de este viejo PH con la linterna del celular prendida (no hay luz y siempre tardo en hallar la cerradura a oscuras). Esta redacción suele ser tan divertida que vacía se me hace demasiado grande aunque entremos justito. "Andá bajando, estoy a una cuadra", llega el mensajito, y yo me demoro escribiendo esto. No es necesario apurarse todo el tiempo. Hay momentos como fotos que sin razón aparente se me hacen especiales.

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