25.3.11

Los estados naturales


Anoche nos juntamos con los chicos a comer un asado. Nuestra amiga Cora está viviendo en Tolouse y vino para el casamiento de su hermana, así que aprovechamos para reunirnos. Ella está parando entre La Plata (donde vive su hermana) y Dolores (su pueblo natal), pero se hizo un día para venir a capital a vernos y pasar por la marcha del 24. En el asado el tema del aniversario del golpe fue inevitable, y ahí fue cuando Cristian nos contó una anécdota.

Esta misma semana Cristian se fue unos días afuera. La idea era visitar a un amigo suyo pero esta vez, a diferencia de las otras tantas que paró por allá, decidió hacer una excursión. Fue en Paraná, "a 15 km del centro ponele, al costado del río". Decidió hacer una excursión, entonces, por el Paraná. El guía que lo llevó se llamaba (se llama) Héctor, "un señor de unos cincuenta años, flaco, con poco pelo y la mitad de los dientes, de esos paisanos que toda su vida vivieron a la orilla del río criando gallinas, con muchos perros y gatos dando vueltas. De esos que ven cómo se mueve el río y ya saben todo, innato, y con una inocencia gigantesca. Lo primero que pensé fue: ese hombre no sabe lo que es la maldad; no la conoce. Tenía pantalones arremangados, para meter los pies en el río; decía que le tenía mucho respeto al río -no miedo, pero sí mucho respeto- y que una vez una tormenta casi se lo lleva. Decía que en un momento sintió que ya no tenía nada que hacer y se dejó estar, y estaba lo más tranquilo, porque sabía que ya iba a morir, entonces se relajó. Después zafó, obvio, pero lo contó con una paz...".
La excursión era en una canoa, que en un momento Héctor detuvo en medio del Paraná para que Cris y su amigo pudieran ver el atardecer en ese contexto insuperable. De paso empezó a contar anécdotas, y entre ellas apareció una que tuvo lugar cuando tenía unos catorce años: Era la época de los militares; "pasaban aviones sobrevolando el río y tiraban bombas, unas bombas grandes y pesadas que al caer al agua hacían detonar el río".
Cris y mi amigo se miraron y sin mediar palabra decidieron de común acuerdo no contradecirlo ni explicarle nada. Les pareció que Héctor jamás iba a tener dentro suyo la crueldad y la maldad suficiente como para comprender la idea de que alguien podía torturar gente, asesinarla y hacerla desaparecer tirando sus cuerpos al río. "El señor no sabía de democracias y dictaduras; su estado natural es al lado del río, sin más".

2 comentarios:

  1. aveces uno sabe, por inocente que sea, uno sabe que no son bombas, pero uno quiere creer que son bombas antes de pensar que son personas, seres humanos, hijos, hermanos, amigos, aveces es mejor adormecer los sentidos y solo quedarse asi a la vera del rio.
    kety la tia de cris

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  2. kety, tenés razón. me hace acordar a algo que me decía la psicóloga, de justificar y ponerse caparazón, porque si asumís que el otro realmente está haciendo algo terrible... uf, es difícil soportarlo.
    un abrazo, menudo sobrino tenés! :)

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