26.11.12

La casa perfecta


Sobre este pasto, cuando yo era chica había pollitos y gallinas, estaba Tobi -el perro de siempre negro y chiquitito-, había acelga, espinaca y todo tipo de frutas y verduras en el costado del fondo, donde mi abuelo había hecho una huerta. También había un limonero y un árbol de bergamotas, las más dulces del mundo, que se imponía en el terreno. Y había una enredadera de esponjas que daba sombra y nos permitía comer los asados fresquitos, además de llevarnos esponjas naturales para bañarnos. Estaba el constante silbido de mi abuelo, y estaba la voz de mi abuela tarareando canciones mientras cocinaba magistralmente o cosía vestidos increíbles (es modista y cocinera).

El otro día, cuando conté que iba a ir a la casa de mi abuela me preguntaron si tenía pileta. En ese fondo entrarían los árboles, la huerta y la pileta, y aun quedaría espacio para correr con los perros. Entonces me di cuenta: nunca me pregunté, en mis 31 años, por qué no hicieron una pileta; qué sé yo, para mí la casa es perfecta así, con su porche en la entrada, los rosales, la lavanda, el parque y la cocina naranja.

Ayer, esas cosas que pasan justo, alguien preguntó por qué no había pileta y mi mamá contó una anécdota sobre mi abuelo (un tipo que era tan chistoso y alegre como cabrón y adorable): Cuando ella era adolescente y vivían en el enorme castillo que oficiaba de hogar para cuarenta niños sin casa, tenían una pileta enorme. Y también unos familiares que se instalaban cada verano a visitarlos y usar la casa de club. Mi abuelo, que prefería irse a pescar, dormir la siesta o arreglar cosas escuchando la radio, un verano se cansó y decidió no llenar la pileta. Ese verano, los familiares no aparecieron.

Me di cuenta que nunca me pregunté por qué la casa no tiene pileta porque para mí nunca hizo falta: siempre están mis abuelos (mi abuelo no está físicamente hace años, pero cada vez que voy sigo sintiendo sus chistes y su silbido dando vueltas por ahí); siempre hay animales (sean pollitos y gallinas, Tobi o Chatrán), hay sol, pasto, una manguera si el calor agobia, ¿qué más se puede pedir? Está mi abuela China, la perra Mina, la gata negra, las mismas máquinas de coser, la misma vajilla con ciervos de cuando era chica y me dejaban ocasionalmente tomar café con crema, las mismas sillas de hierro pintadas de verde agua.

Ayer, además, hubo un arcoiris enorme que se desplegó en el cielo antes de que nos fuéramos, y salimos todos a verlo desde el fondo.



1 comentario:

  1. esas casas perfectas siempre se quedarán en nuestro corazón. siempre.

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