27.4.13

Chávez también murió en La Habana*

por Cecilia Martínez Ruppel

*Nota publicada en Newsweek


Un taxi recorre las calles de La Habana. El conductor, un cubano cuarentón no sé si generalmente serio o esa noche particularmente triste, va sumido en lo que aparenta ser un profundo pesar. Tan solemne es su silencio que jamás me atrevería a hacerle un comentario sobre las últimas noticias en busca de una conversación ocasional. Tiene encendida una radio desde la que comentan minuto a minuto los pormenores de "la desaparición física de Hugo Rafael Chávez Frías". Es martes 5 de marzo de 2013 y para este entonces la noticia ya dio la vuelta al mundo, pero Cuba es otro mundo, y en éste nadie se anima a decir que el presidente de Venezuela "murió".


Si es cierto que las muertes se viven como un sueño (sea dulce o pesadilla), en este caso parece surrealista. Un locutor anuncia que el Consejo de Estado de la República de Cuba ha declarado Duelo Oficial hasta las 12 de la noche del 7 de marzo y además Duelo Nacional el día 8 de marzo; por la ventanilla del auto veo pasar uno tras otro carteles con consignas sobre la Revolución ("El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente", "55 años de bloqueo, el genocidio más grande de la historia", "¡Hasta la victoria siempre!", "Amo esta isla"), y como soundtrack comienza a sonar "La maza", de Silvio Rodríguez. Si alguien hiciera un corto con estos elementos lo tildarían de lleno de clichés, pero en el mundo que es Cuba, todas ésas son piezas naturales de una cotidianidad que por momentos a un extranjero puede parecerle anclada en el tiempo.

Pocos días más tarde, ya en Buenos Aires, veo la puerta de la Embajada de Venezuela y sus alrededores plagados de flores, banderas y pintadas con aerosol y pienso en cómo la pasión argentina —esa que comentan los músicos sobre el público local, esa de la cancha y los partidos políticos— lo tiñe todo. ¿Es idiosincrasia, exageración o simplemente una forma genuina, ya sea de lamento, de furia o de festejo? La noticia de la muerte de Chávez me alcanzó en Santiago de Cuba, rumbo a La Habana. En el aeropuerto, allá en el Oriente de la isla, dos televisores viejos transmitían en vivo desde Venezuela, repetían el momento en que Nicolás Maduro anunciaba los hechos, hablaban de la estrecha relación de Chávez con Fidel Castro y repetían un compilado de imágenes del líder bolivariano con música de fondo. Se lo vivía como si hubieran anunciado la muerte de un familiar cercano. Las caras de cientos de cubanos permanecían quietas frente el aparato, inmersas en una honda amargura. Sólo movían las manos para secarse las lágrimas de forma solapada, sin llantos grandilocuentes. Nadie hablaba con nadie. Ya que iba a subirme a un avión rumbo a La Habana, pregunté a Adalberto, un ingeniero local devenido en chofer con el que había viajado durante una semana, en qué lugar solían congregarse los cubanos ante una noticia de ese tipo. ¿En el Memorial José Martí, en el Capitolio? Con cierto entusiasmo periodístico, quería plasmar en un artículo cuán grande era el dolor cubano y preguntar a los locales por qué ese dolor era tan propio. Adalberto me miró extrañado: "Aquí en Cuba las cosas se hacen de manera organizada", me dijo, y agregó que seguramente una asamblea decidiría cuándo se iba a homenajear a Chávez y entonces sí, los que quisieran se reunirían a manifestar su agradecimiento y su pesar. "En la Argentina, la gente saldría en el momento con banderas y carteles al Obelisco o a la Plaza de Mayo, o a la puerta de la Embajada, ¿acá no se reúnen de manera espontánea?", insistí. Respondió que no y volvió a quedarse callado. En Cuba, la procesión va por dentro.

Tal como había anticipado Adalberto, al día siguiente el diario Granma (seis de cuyas ocho páginas estaban dedicadas a Chávez) anunciaba que "en medio del profundo dolor y consternación por el deceso del querido Presidente venezolano", el jueves 7 el pueblo rendiría "sentido y patriótico homenaje al entrañable líder de la Revolución Bolivariana (...)". Solemne y sentido. Cientos de personas hicieron cola ese día frente al mausoleo de la Plaza de la Revolución en La Habana.

No hubo demasiado ruido, pero quizás el ruido no sea directamente proporcional a la pena. "El pueblo cubano lo siente como uno de sus más destacados hijos y lo ha admirado, seguido y querido como propio. ¡Chávez es también cubano!", rezó el 6 de marzo una declaración del Gobierno Revolucionario. El silencio profundo inundó aquellas noches las habitualmente musicales callecitas de La Habana.

Martínez Ruppel es editora de Lonely Planet Argentina. Estaba en Cuba el 6 de marzo realizando una crónica de viajes.

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